Uno de los grandes mitos, con los que convivimos en Chile y en torno a las abejas, es que viven agrupadas en grandes cantidades en colmenas y produciendo miel. Un paradigma popular que nace de la proyección que tenemos del comportamiento de la Apis mellifera, abeja europea introducida en el país y que ha sido modeladora y masificadora de esta imagen. La realidad, sin embargo, es que las abejas nativas de Chile son mayormente solitarias y no producen miel. Su imagen y morfología también dista bastante de las abejas que generalmente vemos en representaciones de los medios.
Las abejas silvestres se distribuyen por todo el país y conviven en diferentes ecosistemas, generalmente frágiles, nidificando, por ejemplo, en el suelo, rocas, troncos y otros.
Este rasgo solitario de las abejas nativas se manifiesta en que realizan todas las labores de subsistencia por sí mismas, es decir, confeccionan el nido y sus galerías completamente, recolectan alimento (polen, néctar y aceite) que guardan en celdillas construidas de distintos materiales orgánicos y donde también depositan sus huevos.
Este ciclo completo culmina con la muerte de la abeja, pero dando inicio a un nuevo círculo de vida a través de su descendencia.